La ducha escocesa: instrucciones de uso
Antes de comenzar debemos aclarar que la ducha escocesa está prohibida para personas que no gocen de buena salud o personas que sigan tratamientos médicos y no hayan consultado previamente a su médico. Y es que sin ser realmente violenta, este tipo de ducha es una práctica termal particular.
Desde el punto de vista de la salud, la ducha escocesa permite luchar eficazmente contra los problemas de piernas cansadas y/o doloridas (con presencia o no de varices) y con los problemas de circulación sanguínea. Con esta ducha la circulación se activa inmediatamente y si el tratamiento se recibe regularmente, ésta puede llegar a tonificarse.
Desde un punto de vista estético, esta técnica actúa (a largo plazo) beneficiosamente sobre el aspecto exterior de la piel, fortaleciéndola y aportándole vitalidad. Aunque problemas de acumulación de grasas o celulitis no podrán ser eliminadas.

El principio de la ducha escocesa es simple: se alterna agua caliente y agua fría sobre una parte determinada del cuerpo para estimularla eficazmente. Pero cuidado con esto: la moderación es esencial para no traumatizar al organismo y a la piel con estos cambios de temperatura. Evitaremos pues tanto el agua helada como el agua muy caliente. Se alterna de tres a cuatro veces la temperatura (con una duración de treinta segundo a dos minutos cada vez) efectuando movimientos de arriba a abajo, rotativos, etc.
La temperatura va a estimular la circulación dilatando las venas y las arterias. Es un fenómeno perfectamente natural: cuando hace calor, las arterias y las venas se dilatan con el fin de dispersar el calor más fácilmente; Y cuando hace frío, éstas se contraen para evitar las pérdidas de calor.
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